Clasificación Razonada |
Esta quicialera se encontró en una casa particular cuando se realizaban unas obras de construcción de un muro. Entró a formar parte gracias al donativo de D. José Sánchez Cavana, formando parte de la colección estable.
Durante la Antigüedad y gran parte de la E. Media el cierre de las puertas, quedaba sujeta para su rotación a un árbol vertical cuyos extremos giraban en sendas cajas cilíndricas, abierta una en la cara inferior del dintel y la otra en el quicio de la puerta o en el alféizar de la ventana. Las quicialeras casi siempre eran losas de piedra o mármol y cuando la puerta era grande y pesada sus hojas, se embutían en ellas aros o platillos de bronce o hierro para evitar su rápido desgaste y facilitar la rotación. Otro sistema, de tradición romana, empleado sobre todo para las puertas de considerables dimensiones y mucho peso, consistía en abrir los agujeros de las quicialeras altas en el vuelo de piezas de piedra, mármol o madera, con forma de ménsula, empotradas en el muro, a cada una de las cuales correspondía verticalmente a otra en el pavimento, fuera y junto al umbral. Cerrada la puerta, las hojas quedaban arrimadas al muro y no en su grueso, como en el primer sistema tapando totalmente el vano.
Este segundo tipo de colocación, se empleaba en las puertas grandes de los edificios hispanomusulmanes y seguramente en los del resto del mundo islámico, admitía dos soluciones, según que las hojas de la puerta se abrieran hacia adentro o hacia fuera, según que las quicialeras voladas estuvieran en la cara interior del muro o en la exterior. En el primer caso, el más corriente, seguido siempre para puertas exteriores y fortificadas, las quicialeras se colocaban en el paramento interior del muro y al abrirse la hoja o las dos hojas del vano, giraban 90º quedando rebatidas sobre los muros de los costados del pasadizo al que solía dar paso la puerta.
La segunda solución en la que las quicialeras vuelan del paramento exterior del muro, y las hojas de la puerta se abren, por tanto hacia fuera, quedando rebatidas sobre él, después de un giro de 180º se usan sobre todo en grandes puertas de salas abiertas a patios interiores. Su decoración solía ser ricas, en armonía con la de los salones a que daba ingreso.
Muchas de estas quicialeras quedaban lisas pero en los edificios principales se decoraban de acuerdo con su categoría. ( Torres Valvas, L.: ´ Quicialeras hispanomusulmanas´ en Obra Dispersa I, recopilada por Casamar, M. Al-Andalus I. Crónica de la España musulmana. Instituto de España, Madrid.
Esta pieza aunque fue concebida para estar en la parte superior de la puerta, debido al desgaste que presenta en el cuerpo principal, hace pensar que fuera usada posteriormente en la parte baja de la puerta. De las quicialeras que se exponen en la misma sala tiene la particularidad de conservar parte de la policromía almagra que recubría la pieza.
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Bibliografía |
PAVÓN MALDONADO, B.. Tratado de Arquitectura Hispanomusulmana. 2004. Vol III, Palacios
Consejo Superior de Investigaciones científicas
Industrias Gráficas CARO S.L.
Madrid, 2004. TORRES BALBÁS, L.. Crónica de la España Musulmana 6. Obra dispersa II, Archivo Español de Arte y Arqueología
Estudios diversos sobre arquitectura y arqueología
Instituto de España. TORRES BALBÁS, L.. Modillones, canecillos y ménsulas en la arquitectura musulmana española. Obra Dispersa II, Archivo Español de Arte y Arqueología
Estudios diversos sobre arquitectura y arqueología
Instituto de España, Madrid.
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